JOHN MAIN Silencio y Quietud para cada día del año 20/04/2022
Benito
¿Puede la búsqueda de un camino espiritual llevar al mismo egocentrismo del que se pretende escapar? No es extraño que esto ocurra. Los monjes del desierto eran muy conscientes de este peligro, especialmente por la vida en soledad y, para evitarlo, confiaban por encima de todo en la relación abba-discípulo.
Sin embargo, fue Benito de Nursia (480-550) quien ideó una sabia y magistral fórmula de preparación para la vida mística, basada en la comunidad más que en el maestro personal. Su Regla es magistral principalmente por su “modestia”, su armonía, a pesar de carecer de cualquier doctrina mística directa.
Es escasa la información que existe sobre Benito. Incluso su nombre es anónimo: significa “bendecido”, como solían llamar a Buda sus seguidores. Conocemos la vida de San Benito gracias a las legendarias historias recogidas como ilustraciones teológicas por el Papa Gregorio, un antiguo monje que vivió bajo la Regla. Estas ilustraciones inspiraron numerosas obras de arte, como los maravillosos frescos pintados por Signorelli y Sodoma en los muros del claustro del Monasterio de Monte Oliveto Maggiore, que merecen en sí mismos una semana de retiro.
Benito comenzó su viaje monástico al estilo arquetípico, en el desierto. Huyendo de la “decadencia moral” que existía en la ciudad, abandonó sus estudios literarios en Roma. Eligió ser un “sabio ignorante”. Paradójicamente, llegó a ser el fundador del sistema monástico que salvaría el aprendizaje durante la Edad Media.
Se retiró a un lugar solitario cerca de la ciudad para llevar una vida de eremita. Pasó varios años en una inaccesible y oscura gruta (Sacro Speco) en Subiaco, cerca de Roma. Este lugar continúa siendo uno de los sitios más sagrados y llenos de presencia del mundo. Enseñó el Evangelio a los campesinos paganos de los alrededores, anticipando la labor misionera que sus descendientes espirituales llevarían a cabo siglos después. Aceptó amablemente, pero de forma imprudente, el ruego de un grupo de monjes que había cerca de su refugio para ser su abad.
Fue tan estricto en las normas que impuso a los monjes que la comunidad intentó asesinarle. Les abandonó pero continuó viviendo su vida monástica en comunidad en lugar de volver a la soledad. Fundó 12 monasterios con doce monjes en cada uno. Los sociólogos han constatado al observar la regla de Benito la sana dinámica que se crea en los grupos pequeños. Incluso organizaba las comunidades más grandes en decanatos, en grupos de diez. Sin embargo, en el capítulo primero de su Regla, “Los tipos de monjes”, considera la soledad como el objetivo de la vida monástica. Después de un largo e inespecífico tiempo en el monasterio, aquellos que han adquirido la suficiente fortaleza pasan de la línea de batalla junto a sus hermanos al combate individual del desierto.
Las comparaciones militares parecen ser más adecuadas para los hombres por sus actividades como soldados. Sin embargo, las mujeres, incluida la propia hermana de Benito, Escolástica, quien en alguna biografía es descrita como mejor y más sabia oradora que su hermano, responden igual de bien que los hombres a la sabiduría psicológica de la Regla. El símil que se hace con lo militar no es por el aspecto de fuerza sino por las cualidades de solidaridad, obediencia y buena gestión de una misión colectiva. Probablemente la breve Regla se compuso hace muchos años y parece tener un segundo final. La mayoría del material que contiene se extrae directamente de la Regla Maestra, una de las muchas otras reglas monásticas contemporáneas. El Papa Gregorio, con su eficiente labor centralizadora, eligió la Regla de San Benito para su aplicación en toda la Iglesia occidental.
La genialidad de Benito puede verse en lo que dejó en sus escritos originales y en su propio Prólogo. Era consciente de que estaba construyendo una regla más flexible que la de la época dorada. “Leemos que los monjes no deberían beber vino. Sin embargo, dado que a los monjes actuales no se les puede convencer de ello, dejemos que al menos acepten beber de forma moderada”.
La difusión a través de los medios de comunicación y el sentido común respaldado por una firme pero flexible estructura de vida y unos principios perennemente válidos de la gestión del tiempo, hicieron de la Regla el texto más influyente después de la Biblia para la civilización europea durante un milenio. Tanto los abades como los directivos de empresas continúan consultando la Regla en busca de alguna luz que ilumine los problemas sociales contemporáneos.
Curiosamente los mejores comentarios de la Regla no pueden ser escritos pero ciertamente son compuestos hoy en día por muchas mujeres y sin duda por los Oblatos.
La Regla es una obra maestra de racionalidad, modestia y auto-transcendencia. En el último capítulo y quizá el menos comentado, se habla de una pequeña Regla para los principiantes. “Todos los universitarios deberían consultar a Casiano y los padres del desierto”. Entonces, ¿de qué modo, esta pequeña Regla puede ayudar a quien busca a Dios y está hambriento de la experiencia contemplativa de ver a Dios y escuchar su Palabra? En primer lugar, identificando la llamada misma: “¿hay alguien aquí que anhela la vida y desea ver a Dios?”.
Citando los Salmos y la literatura de la Sabiduría, como hace a menudo, Benito identifica la búsqueda de Dios como el objetivo de la vida humana. Esa vida que no deja de ser humana y variable una vez que se persigue el objetivo. Cuando “el primer fervor de la conversión” se agota, tus hermanos ya no parecerán santos, ni siquiera parecerán amigos. Entonces, la estabilidad es uno de los votos que Benito define como necesarios y que requiere de perseverancia tanto física como mental. Habría disfrutado del proverbio rabino que dice “no estás obligado al éxito, pero no se te permite abandonar”. Sin embargo, Benito, sabiendo qué haría la gente, establece la obligación por parte de la comunidad de recibir al monje que haya abandonado el monasterio hasta tres veces y después no se le permite el regreso.
Para equilibrar la estabilidad que de otra forma se haría estática, su segundo voto enfatiza el compromiso con una conversión continua de la vida y los comportamientos, una forma de la búsqueda infinita de Dios en la vida mística descrita por Gregorio de Nisa.
La obediencia –idealmente o eventualmente practicada sin dilación, de forma espontánea y desde el amor y no desde el miedo- completa la triada. La obediencia debe practicarse, en sentido vertical, al abad y, horizontalmente, hacia los demás que llegan a ser como el Cristo. A diferencia de las posteriores órdenes religiosas que veían la voluntad de Dios en los mandatos del superior, Benito permite al monje apelar si se le pide hacer algo que le resulte imposible. Si esto fracasa, deberá hacer lo posible por obedecer y confiar en Dios.
El monasterio es el laboratorio en el que los votos y las “herramientas para las buenas obras” preparan al monje para pendientes más empinadas. Si funciona, se convierte en un lugar adorable y liberador que se percibe como la cumbre pero que depende de una buena gestión. En primer lugar, depende de una buena gestión del tiempo, logrando un correcto equilibrio entre el trabajo físico, la lectio (lectura espiritual) y la oración, que corresponden a las dimensiones del ser humano: el cuerpo, la mente y el espíritu.
La oración que Benito describe es la salmodia y la lectura en comunidad –una lectio colectiva que sirve como preparación para la verdadera oración contemplativa-. El estrés es la ruptura de la natural armonía humana. La paz se logra en el buen trabajo conjunto. La murmuración (cotilleos y quejas) es destacada especialmente por su ataque corrosivo de la paz. La gestión organizativa en la Regla muestra las virtudes romanas de “paternitas” y “gravitas” y no deja mucho (al menos oficialmente) para “hilaritas”. En conjunto, el abad tiene una tarea imposible. Debe ser capaz de mantener las herramientas proporcionadas para el trabajo diario y adaptarse constantemente a cada uno de los temperamentos de los monjes. Tiene la última palabra pero él mismo está sujeto a la Regla y debe consultarla.
La Regla es una descripción maravillosa, breve, viva y humana del estilo de vida cristiano en el que “todos los miembros conviven en paz”. Las excepciones ponen a prueba cualquier regla y Benito hace muchas, especialmente para los ancianos, los enfermos, los niños y para la mayoría de las personas más vulnerables de la sociedad. Las debilidades del cuerpo y del carácter son tratadas con paciencia –un infrecuente rasgo en la mayoría de las doctrinas espirituales-. Sin embargo, hay una determinación (“no anteponer nada al amor de Cristo”) que impide que la moderación se convierta en transigencia. Centrándose en lo mundano, Benito logra algo asombroso: vemos a Dios reflejado en lo ordinario, a Cristo “bailando” por todos sitios. Y con todo, insiste en que esto es el jardín de infancia espiritual y que es sólo el comienzo.
Laurence
Freeman OSB.
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