Sabiduría Diaria 21.02.2019
(FOTO: LAURENCE FREEMAN, PARAGUAY) Esta experiencia de amar a Dios está enraizada en nuestra capacidad de ser amados y en esa gran cualidad de un niño que es querer ser amado. Es lo más natural pues quizás lo único que un niño quiere con todo su ser es ser amado. A través de la meditación recuperamos esa capacidad infantil de ser amados y nuestra identidad más profunda y verdadera como hijos de Dios. Y este auto conocimiento de nosotros como hijos de Dios - queriendo ser amados y aceptando la pobreza, la vulnerabilidad del necesitar ser amados - es lo que nos sana. Es una visión de la realidad que sana a toda la persona. Y toda la persona incluye la realidad psicológica que somos como hijos de nuestros padres, como esposo o esposa, o amigo, o hermano o hermana, o lo que sea. Esta realidad psicológica acerca de la que pasamos la mayor parte del tiempo pensando, contra la que muchas veces estamos luchando, es una parte real de nosotros, pero no es la persona en su totalidad. Aquí está la diferencia básica entre el camino del espíritu y el camino de la psicología. Nuestra identidad más profunda es nuestra identidad como hijos de Dios, y es descubriendo y sabiendo esto, que liberamos los poderes no terrenales de sanación y renovación. (Aspects of Love 3, Laurence Freeman OSB)