Sabiduría Diaria 26.07.2018
(FOTO: LAURENCE FREEMAN, AUSTRALIA)
El Reino trasciende toda dualidad. Está en nosotros y entre nosotros. Los frutos del espíritu, que son los frutos de la meditación, aparecen en nosotros y en nuestra forma de relacionarnos con los otros. Ver a los otros como un milagro de la creación de Dios es una señal del Reino. Experimentamos el Reino en pequeños vistazos porque aunque está continuamente presente, nosotros no lo estamos. Conforme nos acercamos al umbral de quietud en la meditación, estos momentos de presencia – que siempre es recíproca – van siendo más profundos y con más frecuencia. Los reconocemos por su felicidad pura – una felicidad que no depende de las condiciones a las que usualmente nos pre condiciona la mente. En cierto sentido son momentos de receptividad pura porque ‘el amor del que hablamos, no es nuestro amor por Dios, sino el amor de Dios por nosotros. Dios nos amó primero.' Y sin embargo, receptividad no es pasividad. Ser receptivos en este nivel de consciencia requiere de una profunda y sostenida donación de nuestro yo, que procede de nuestro trabajo contemplativo de renunciación e integración.
(Christian Meditation Newsletter, Dec 2006)