Sabiduría Diaria 13.05.2017
(FOTO: LAURENCE FREEMAN, ALEMANIA) Un entendimiento contemplativo del pecado ilumina más la idea de la imperfección inherente, el universo ligado a sus propios límites frustrantes y que se niega a adaptarse a nuestra idea de cómo deberían ser las cosas. Ver esto es una intuición experiencial, y como todas las intuiciones, cambia la manera en que entendemos la práctica espiritual y el concepto de que la práctica hace al maestro. Justo después de que Jesús describe a Dios como el sol que brilla sobre buenos y malos indistintamente y que hace llover sobre justos e injustos (que no es un perfil de Dios al que muchos cristianos se hayan adherido en la historia), nos dice ‘sean perfectos como su padre celestial es perfecto’. En el contexto, está claro que la perfección a la que se refiere es a la naturaleza divina del amor incondicional. ‘No debe haber límites a su bondad así como la bondad de su padre celestial no conoce límite’. Y sin embargo, la palabra perfección es peligrosa y nos llega a decepcionar. Para muchos, los condena a un fracaso permanente en el camino espiritual, a una especie de búsqueda neurótica de perdón y a una necesidad de ser consolados. (Meditatio Newsletter 2009/04, Laurence Freeman)